viernes, 8 de julio de 2011

Adanowsky al desnudo



Hijo de Alejandro Jodorowsky, el creador de Amador es un músico que juega a ser estrella de rock. Y en ese juego, cumple el sueño de quienes se sienten como él

Viernes 08 de julio de 2011 |  
La estilización de la sexualidad es una de las claves del estilo del cantante.
Por Leonardo tarifeño

No se preocupen, que esto no es el show. Recién dentro de un rato me voy a sacar toda la ropa", grita Adanowsky desde el escenario mayor del festival Ciudad Emergente. El comentario vendría al caso si alrededor hubiera cientos de personas enloquecidas por ver el ombligo de su ídolo, pero son las 11 de la mañana y ni el sol se atreve a aparecer. En la platea no hay nadie, excepción hecha de una familia que pasea, perdida y curiosa, entre las paredes que los chicos pintaron con grafitis irónicos ("Ciudad Detergente", "Ciudad Recurrente"). En la vida debe de haber pocas cosas menos glamorosas que una prueba de sonido, pero el hijo del cineasta, dramaturgo, tarotista y psicomago Alejandro Jodorowsky se las arregla para que la suya resulte entretenida gracias a una provocación exprés a una hora en la que lo único de veras escandaloso es el precio del café con leche en los alrededores del Centro Cultural Recoleta. "No es que quiera ser provocador, me sale solo" me dirá poco después este músico y performer , actor desde los 8 años y sobreviviente de la educación ¿experimental? a la que lo sometió su singularísimo padre. "Cuando dije eso, durante la prueba de sonido, no vi que había un par de niños en la platea. Y no lo hice para molestar, sino porque no soy más que un niño al que le gusta jugar", aclara. ¿Habrá que creerle?

Adanowsky es el seudónimo de Adán Jodorowsky, el menor de los hijos de un creador todoterreno, figura clave de la contracultura latinoamericana de los años 60 y 70. Alejandro Jodorowsky puso en práctica una teoría personal sobre el poder curativo del arte (psicomagia), realizó algunas películas que hoy se consideran "de culto" ( El topo , Santa sangre , La montaña sagrada ), escribió los guiones de muchas de las mejores historietas francesas y, como antropólogo esotérico, restauró el tarot de Marsella. La onda expansiva de su arte y personalidad incluye varios libros autobiográficos ( Donde mejor canta un pájaro , El maestro y las magas ) y un brillo hipnótico que fascina e inquieta a la vez. Bajo esa onda creció Adán, quien a los ocho años participó del rodaje de Santa s angre y ahora, tanto tiempo después, sólo calla cuando se le pregunta por la influencia de su padre. "Yo era un niño alegre pero autista -cuenta-. Y la música me sirvió para poder relacionarme con la gente. En París tocaba mucho en barcitos, y cuando salió mi primer disco, plop, cambió mi vida."

-¿Es verdad que George Harrison te enseñó a tocar la guitarra?
-Así es. Yo tenía 7 años, había ido a su casa con mis padres. Me enseñó un blues y me dijo "estás lejos". Nunca supe si me quiso decir que me sentía lejos, como iluminado, o si estaba lejos de ser un buen guitarrista, pero me dijo eso.

-¿Por qué decís que eras autista?
-Así nací. Y crecí rodeado de mucha información. En Santa s angre conviví con artistas de circo, una mujer sin brazos, otra que se colgaba del pelo. En mi familia eran todos creadores, en casa cada uno estaba en su cuarto, creando. No había límites. Si quería, podía mear en las paredes de mi habitación. Y si la sopa no estaba buena, también en la sopa. Luego me fui abriendo, poco a poco, y a través de la música.

Hoy Adanowsky parece haber encontrado un camino en el que su música sirve para que también se abran los demás. Su exquisito CD Amador , cuyas letras rodean las asperezas del desengaño amoroso, es uno de los discos más conmovedores que se hayan editado en los últimos años. Sobre el escenario del Ciudad Emergente impera el tipo con bigotes de latin lover , anteojos Ray Ban y pantalones ajustados, tal como marcan las leyes de todo fashion victim con ínfulas de estrella de rock; en el disco, la voz susurrada y el dolor que se vislumbra les cantan a las sagradas cenizas del amor, sin ninguna confianza en que haya algo más que olvido allí donde hubo fuego, eternidad y un corazón que latió de a dos. En su trabajo anterior, El ídolo ,

Adanowsky jugaba con la creación de un álter ego seductor y decadente, empeñado en acostarse con su madre ("es la mujer ideal/ qué importa la sociedad") y listo para burlarse de sí mismo ("por lo menos sufriría, por alguna razón/ por la calle gritaría ¡soy un huevón!"); en Amador , como un espejo que devuelve la imagen opuesta, la máscara se cae y exhibe un disfraz ajado y definitivamente íntimo, que homenajea las ruinas de sí mismo sin huella alguna de sarcasmo. "Quise explorar lo que me pasaba, y me costó mucho porque soy muy púdico. Quería ver qué ocurría si contaba todo lo que me ocurría, sin esconderme detrás del humor", explica.

-¿El humor es parte de tu personaje y la tristeza no?
-No. Todos son personajes, pero cada personaje es una extensión mía. Es una parte de mí que se expresa, de otra manera no podría expresarme. Yo no puedo ver el escenario de otra manera que no sea puro divertimento. Entonces, en vivo me pongo a bailar, a besar a las chicas, juego a la estrella de rock. A la gente le divierte y a mí me sirve para no tomarme en serio.

-En una era que ya no produce estrellas de rock, ¿el único estrellato posible implica la autoparodia?
-Bueno, ya no existen los cantantes tipo Sandro, pero quedan estrellas de rock. Empezando por mí, por supuesto. Las chicas me tiran calzones con sus números de teléfono, firmo autógrafos en las tetas de las muchachas. Vivo a fondo el personaje del rock star . Si me preguntás si me acuesto con mis groupies , te confieso que sí. Pero lo hago mientras espero a la mujer ideal.

A las ocho de la noche, poco antes del show de Adanowsky en Buenos Aires, las puertas del Centro Cultural Recoleta están cerradas. La mayoría de la gente que espera afuera no va a verlo a él; hace un rato se anunció un "concierto sorpresa" de Babasónicos, y se supone que la capacidad del lugar está abarrotada. El auditorio que rodea al escenario principal está lleno, el cantante abre con el acento funk de "J'aime tes genoux", de Amador , y a mi lado un veinteañero aplaude y grita con el mismo fervor que dentro de un rato despertarán Babasónicos. "No me escucha, pero no me importa", dice, entusiasmado, aunque no tanto como las chicas que aúllan en la parte de adelante. "Estamos aquí para liberarnos, no para pasar un buen momento y nada más. Así que ¡griten!", exige Adanowsky, y la mayoría le hace caso. El personaje de la estrella de rock baila y tira besos, narra su encuentro con Devendra Banhart ("Me abrió las puertas de su casa y me dijo ?qué bello eres'. Luego acarició todo mi cuerpo y escribimos esta canción") y, quizás para terminar de conquistar a un público ya entregado, se desnuda. Pero no como prometió en la prueba de sonido, sino con su guitarra, el piano y la letra de "Me siento solo", el insólito hit que por estos días difunden la tele y las radios. "¿Por qué me siento así?/ Si todo brilla en sí./ Me quiero ir de aquí/ lejos de mí", susurra. ¿Habrá que creerle?

Por los gritos que despierta, da la impresión de que muchos y muchas se quieren ir con él. O mejor dicho: ya se fueron, porque en el centro del escenario encontraron otro niño al que le gusta jugar.

Se crió entre Francia y la ciudad de México, donde hoy reside. A los 8 años participó del rodaje de Santa sangre, film de culto de su padre, Alejandro Jodorowsky. A los 15 tocaba en la banda punk The Hellboys, desaparecida tras la muerte por sobredosis de su cantante. Su estilo musical combina la estética de cabaret, la ranchera y la canción folk en clave indie. Entre sus influencias reconoce a Jack London, Boris
Vian y Tom Waits. Sus discos son Étoile éternelle (2006), El ídolo (2008) y Amador (2010). Estos dos últimos forman parte de una trilogía que se cerrará el año próximo.

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